jueves, 28 de abril de 2011

¿Con qué restos se ha comprobado el clima, la flora y la fauna durante el período de existencia del homo antecessor e heidelbergensis?

El trabajo de búsqueda de restos de nuestros antepasados en la sierra de Atapuerca lleva más de 30 años concediéndonos nuevos hallazgos arqueológicos que, día a día, van construyendo nuestro pasado. Pero esa montaña dividida no solo nos muestran cuál era la apariencia de aquellos homos, sino también de lo que les rodeaba. Y eso nos facilita deducir sus características, desde qué temperaturas resistían hasta qué tipo de animales comían.


Comencemos por la Sima del Elefante. Fue allí donde se descubrieron numerosos restos de la fauna de esa época. Unas marcas en la pared revelaron la posible presencia de elefantes; estos habrían hundidos sus colmillos en la piedra, dejando su huella para la historia. De esta manera, esa cueva adquirió el nombre del animal. Lamentablemente, tiempo después se descubrió que no fueron elefantes sino rinocerontes los que dejaron esas marcas, aunque su nombre no se modificó (algo contradictorio pese al "enorme cariño" que tiene la ciencia por la tradición). En el suelo de la sima, se desenterraron huesos de mamut, de osos y de ciervos de tamaños más grandes de los ahora presentes.


Y gracias a los restos de estos caballeros como el de aquí arriba junto con los microscópicos granos de polen, los expertos de Atapuerca pudieron conocer el clima, la flora y la fauna que rodeaba a los homos. ¿Cómo? Fácil. Las alergias que afectan a miles de personas se producen en una época específica del año que trae consigo los causantes de ellas (a pesar de que seguro conocéis ambas respuestas uno debe ser específico); los granos de polen que salen a la luz en primavera. El polen posee una capa protectora muy resistente que puede perdurar durante mucho tiempo si las condiciones ambientales son idóneas. Así que a partir de una relación lógica podemos establecer que, debido a su conservación desde hace 800.000 años (época en la que vivía el homo antecessor y, años más tarde el heildelbergensis), el clima era húmedo y cálido, propio de esta estación, con árboles mediterráneos (olivo y algarrobo) y animales como los topillos, el castor, la pantera, el rinoceronte y, por supuesto, los ratoncillos (que les ha gustado salir siempre más en primavera que en invierno). Aparte de esto, el clima ha sufrido variaciones, teniendo épocas más frías y más secas.


Generalmente, los animales y los homos penetraban en las cuevas por pequeños pasillos, arrastrándose en busca de alimento o de refugio, aunque esta opción era poco frecuente debido a su peligro; otras bestias caían por agujeros camuflados por la vegetación y podían tener fuerzas para devorar a su última víctima, pero por lo general morían. Los cadáveres servían de manjar para homos y demás carnívoros y gracias a su apetito, a la gravedad y a la altura de las cuevas, sabemos que ya existían antecesores de hienas, leones, osos y lobos. También, estos restos podían ser arrastrados por las aguas de las lluvias o de algún río y ser depositados en el interior de la cueva. Posiblemente, otras especies convivieran con ellos en ese tiempo. Sin embargo, puede que algunas se extinguieran sin dejar descendencia, impidiéndonos conocerlas y admirarlas.

Juan Vera Martín N º27  

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