La suerte algunas veces es una gran amiga y en otras ocasiones puede ser muy despiadada. Pero antes tienes que saber que la suerte no es la culpable de las dichas o desdichas. Es más, en este campo no existe ningún culpable, solamente algo que simplemente actúa; el azar. El azar es muy amigo del caos, tanto es así que es la consecuencia del caos mismo. La suerte es como hemos llamado a esta infinidad de caminos posibles en cualquier cosa impredecible o sujeta al cambio. Y con la suerte no se juega. ... ¿A quién quiero engañar? Sí, jugamos con la suerte. ¿A quién no le gusta un poco de riesgo de vez en cuando? A continuación, explicaré el funcionamiento de dos juegos de azar muy conocidos en el mundo de los casinos y en el de los jubilados: el primero es la ruleta y el segundo las máquinas tragaperras. Hay que suponer que no será el funcionamiento verídico, pues si fuese así, los casinos habrían quebrado y los jubilados habrían enloquecido de aburrimiento. Sin embargo, nos aproximaremos a su "mecanismo". Pensad que, al fin y al cabo, es de la suerte de la que vamos a hablar.
Vestíos de etiqueta y poned cara de póker porque vamos a entrar a un casino. Y en estos sitios donde el dinero va y viene, existe un conocido juego de azar llamado la ruleta (europea o americana). Ese juego que ha producido tantos enfrentamientos en el Viejo Oeste. La europea consta de 37 números (desde el 0, verde, hasta el 36, en donde 18 números son rojos y otros 18 son negros) y la americana de 38, en la que se le añade el número 00. En este juego, una bola va girando hasta quedarse en una casilla, haciendo que el jugador estalle de alegría o se marche con las manos vacías. ¿Y cómo es posible que nunca caiga dos veces en el mismo sitio? Es imposible predecir dónde caerá la bola, a pesar de hacer girar la ruleta con la misma fuerza y lanzar la bola en el momento justo, pues todo se basa en las reglas del caos y del azar. El único modo de aproximarse al resultado deseado sería dividir una tasa de juego elevada entre el número de casos posibles. Por ejemplo, si lanzamos un dado 10 veces es posible que caiga las 10 veces por la misma cara, pero si lo tiramos 1 millón de veces, se producirá un equilibrio en los resultados (por eso se debe ir con bastante dinero a los casinos). La probabilidad de que la bola caiga en la casilla deseada es del 2,70% en las europeas y del 5,26% en las americanas, así que es algo difícil que caiga en la casilla buena. Y si lo hiciese, la euforia de pensar que se tiene suerte esa noche haría que se apostase a un número al azar, sin antes analizar las posibilidades.
Y ahora, dejadme presentaros a la, ya conocida por todos, máquina tragaperras. Las tres columnas giran rápidamente tras meter la moneda hasta que se detienen cuando el jugador lo mande, apareciendo una combinación de tres figuras al azar. Pero, ¿es el jugador el que hace que las columnas se detengan, haciendo que las leyes del azar se cumplan? La verdad es que no. Estas máquinas presentan un generador de números aleatorios, así que desde el primer momento en que se introduce la moneda, la combinación de figuras ya está decidida. De un modo o de otro, se trata de un falso azar, una imitación de las posibilidades del caos, pues existen una serie de patrones que se repiten. La suerte aquí no funciona. Pero, aun así, sigue siendo un caso claro del azar. Sin embargo, las máquinas tragaperras de los casinos funcionan plenamente bajo la incertidumbre y el azar, pero en los casinos ya tenemos las ruletas. Estas máquinas devuelven entre el 85% y el 95% de la cantidad introducida. De esta manera, el premio se va acumulando hasta que alguien consiga el bote. Y la manera más efectiva de conseguirlo es gradualmente, aplicando la fórmula anterior con respecto a la ruleta.En definitiva, los juegos de azar son y serán una incertidumbre. El resultado siempre cambiará, pues las miles de opciones que existen aparecen aleatoriamente, y los patrones que puedan seguir difícilmente se perciben. Eso no quita para que alguna noche queramos ser uno de los Ocean's eleven sin instintos cleptómanos y nos paseemos por algún casino en busca de la suerte.
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